miércoles, 7 de marzo de 2012

Coge si quieres mi generador de gravedad porque yo sólo quiero no sentirme solo.

  Alrededor de una enana amarilla a 1,09 unidades astronómicas de distancia, un pequeño planeta orbita su estrella. Tiene inmensos mares de un color azul verdoso, donde las olas se mecen al ritmo en el que las nubes se desplazan. Las luces de la noche, se agarran a un costado del planeta y desaparecen al amencer. Los cielos de un color celeste, se cubren de nubes densas, grises y esponjosas que se descargan en un sin fin de tonos en presencia del sol.
  En las hojas de los vegetales y hasta en la roca de cal, la vida se cuela entre sus grietas. Se nutren, se relacionan, se reproducen...
  Una manada de animales pacen sobre la azulada hierba mientras sus pastores alzan sus miradas al cielo. Millones de estrellas brillan sobre el lienzo del universo. Entonces ellos se preguntan si alguien más allá, a lo lejos, se está preguntando lo mismo. Estas les responden enviando a un gran cometa que despide una larga cola roja. Se sienten felices, mientras se adormecen en el idílico campo.
  Por aquel entonces, los hombres se lanzaron al universo para vivir aventuras y descubrir sus secretos. Tocaron las estrellas y no pudieron soltarlas, ondulando entre las nebulosas, fábricas de vida y soles.
  Asi que se acercan al pequeño mundo y se sienten orgullosos porque ahora saben que no están solos.

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