viernes, 6 de abril de 2012

Es mi tesoro - Prólogo

  Se oye el repiqueteo de las gotas de lluvia. Una y otra vez, tímidas empapan la acera fría y nocturna que se ha tornado durante la noche. El aire gélido y misteriosamente anormal recorre las calles como si fuera un gran caballo al galope, y el silencio opaco tapona mis oídos.
  Vine aquí sólo por trabajo, nada más. No me esperaba esto, sabía que no era el mejor de todos, pero al fin y al cabo me pagaban. En esa bulliciosa ciudad descubrí algo que nadie de mi gente había experimentado jamás y por ello casi me condenan, pero aprendí algo que hacía que este tipo de cosas a mi alrededor no me afectaran.
  Porque la gente se mueve. Se mueve y grita, y empuja por llegar hasta el tren, y es maleducada, y competitiva. Siempre hacen lo mismo, pero siempre hacen cosas diferentes y cada uno de ellos por un motivo distinto. Lo que les unía era su cultura. Puede que no fuera la más limpia, ni la más pacífica, pero me hacía sentir que no estabamos completamente solos. Su lenguaje no era ni sencillo, ni práctico, aunque era lo más rico y variado, y flexible que había escuchado.
  Entonces ahora que estoy mirando desde lo alto, en el cielo, me siento en paz conmigo mismo porque encontré la vida, y mis hijos tendrán el privilegio de observarla. Este es ahora mi hogar, quiero a estas personas y quiero ayudarlas. Sé que pueden ser mejores de lo que están siendo en este mismo momento; y lo harán.

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